Ha existido siempre un amplio debate sobre qué es la intuición. La definición del diccionario no aclara demasiado: Habilidad para conocer, comprender o percibir algo de manera clara e inmediata, sin la intervención de la razón. Esta respuesta aunque abre un cauce amplio al concepto intuición, no explica para nada de dónde surge, cómo y cuándo se tiene y por qué. Tampoco distingue que tipos de intuición hay. Podemos hablar de una intuición en general sobre las cosas de la vida, sobre nuestra existencia, como la habilidad de prever o de ver con anterioridad lo que va a ocurrir. Esta especie de lucidez se puede constatar en muchas personas y en determinados momentos de la vida que pueden resultar claves. Pero en el terreno del arte, la intuición es una parte fundamental en el entramado del artista. Se podría decir que no existe el artista sin intuición, o el arte sin el artista intuitivo. Pero por qué es necesaria la intuición para el artista. Antes de intentar dar respuesta a esta pregunta, tendríamos que tratar de definir cómo se produce la intuición y en qué medida el ser humano puede ser intuitivo. Llegado a este punto cabría preguntarse de dónde se saca el individuo la información para poder ver o prever con anterioridad la solución a un hecho determinado, es decir, de dónde la intuición saca esas ideas o conceptos. Y justo aquí tenemos que hablar del conocimiento. El conocimiento como acumulación de conceptos e ideas que se estructuran en nuestro cerebro de manera caótica u ordenada. Si uno profundiza en el estudio de una materia determinada, es evidente que se produce una acumulación de conceptos de manera ordenada, pero al mismo tiempo hay multitud de conocimientos, de reflexiones paralelas, que aparentemente no tienen relación entre si pero que van construyendo un corpus teórico en nuestro archivo de memoria. Conocimiento que quizá escapa al control absoluto de la razón pero que puede dar la pista clave en planteamientos que no tienen todos los datos objetivos y que sin embargo han determinado investigaciones fundamentales como la teoría de la gravedad o el principio de Arquímedes.Y es que el proceso de la intuición va más allá de los saberes comunes. El proceso intuitivo es el que conecta diferentes saberes sin una aparente relación entre si. Es en este mundo interrelacionado de ideas y conceptos en el que de manera automática y en momentos especiales, puede ser durante e sueño, la vigilia, o en el trabajo, surge la solución o el planteamiento que va a dar un giro a nuestros proyectos. Newton pudo intuir la teoría sobre la gravedad porque su cabeza estaba llena de ideas, no sobre la gravedad misma sino sobre conceptos físicos que tenían que ver con el peso, la altura y sus condicionantes. La caída trivial y totalmente cotidiana de un objeto desencadenó, mediante la intuición, toda una serie de razonamientos que le llevaron a la teoría física sobre la fuerza de la gravedad.
Cuando el artista plástico ha adquirido una cantidad importante de conocimientos, totalmente necesarios para el inicio de una investigación propia, si quiere realmente progresar en su línea de trabajo, deberá forzosamente dejar un espacio a la intuición, a ese proceso que no tiene nada que ver con la razón pero que de alguna manera convive en nuestro cerebro. Así, la visión de la obra de otro artista, que incluso desarrolla caminos muy diferentes a los del observador, le puede dar la información que necesita para llegar a soluciones válidas para su trabajo. Soluciones diferentes pero que son el resultado del conocimiento de la materia y del entendimiento de las diferentes formas en las que el arte se ha expresado. De ahí que, por ejemplo, Rodin viera en la última obra escultórica de Miguel Ángel, en sus esclavos y en la piedad de Rondadini, algo que los demás artistas que precedieron a este gran maestro no fueron capaces de intuir o de ver, incluso llegando a rechazarla en muchas ocasiones. Lo mismo ha ocurrido con las últimas composiciones de Beethoven o con algunas obras de Juan Sebastián Bach, que si en su momento fueron incomprendidas, incluso rechazadas, posteriormente la modernidad las ha encumbrado como las claves para la creación de los nuevos artistas. Hay una creencia popular, absolutamente falsa, de poder intuir cosas de las que no se sabe nada. Lo que es absolutamente incierto y perjudicial para los intereses propios de cualquier manifestación humana, sobre todo la artística. En este razonamiento sobre la intuición siempre se citan casos excepcionales de gente capaz de intuir cosas sin grandes fundamentos, pero este aparente desconocimiento en un porcentaje elevado siempre es falso. No se concibe una obra artística sin la suficiente información para poder producirla. Aunque este conocimiento se tenga por cauces no habituales. Normalmente cuando se produce sin este conocimiento, en su análisis posterior siempre descubrimos que responde a la copia.
El proceso intuitivo es un proceso de inteligencia y de capacitación, de comprensión y de acumulación de conceptos. Esto se puede constatar tanto en nuestra época como en las pasadas, en las que el conocimiento general de los grandes pensadores y artistas era producto de una gran cualificación profesional en diversos campos. Por ejemplo, en el Renacimiento e incluso antes los artistas plásticos dominaban registros como la arquitectura, la ingeniería, la física, la medicina, incluso la literatura y la filosofía. Así es lógico que se produjera la eclosión artística que todos conocemos, por esas sinergias entre diferentes materias.