¿Un nuevo modelo de ciudad?.- Eduardo Lastres

No cabe duda de que los nuevos tiempos traen nuevas ideas, nuevas formas de entender la realidad y de plasmarla en nuevas obras, sean estas de arquitectura, artes visuales, cine, fotografía, música, poesía, etc.

, en todos los ámbitos en general. Pero para que estas nuevas formas de entender la realidad tengan un desarrollo pleno, es sumamente importante conocer cuáles son los pasos para plantear un proyecto cultural, es decir, cómo hacer ver a la sociedad, lo que es importante y lo que no. Esto es dar ideas para que fructifiquen en programas aplicables a nuestras necesidades. Si queremos una ciudad abierta a los diferentes campos donde pueda sobresalir, si queremos tener una identidad que nos diferencie de las demás, tendremos que emplearnos a fondo en proyectos que puedan mejorar nuestra situación, para así cambiar el modelo de ciudad actual. Y esto se consigue estudiando lo que somos, lo que tenemos y lo que podemos buscar para ser mejores. Si Alicante tiene el privilegio de poseer uno de los climas mejores de la nación, volcada al mar, potenciemos estos valores que son nuestros. La proximidad de la capital con otras ciudades y núcleos de interés como Elche o San Juan, Santa Pola, El Campello, Muchamiel… nos encontramos, en un espacio no demasiado extenso, con una concentración de casi 700.000 habitantes, mucho más en verano, cuando podemos llegar al millón. Nuestra capacidad hotelera es relativamente buena. Pero qué hacemos con la cultura, qué ofertamos al visitante, al ciudadano, aparte de playas y sol.
La cultura se ha convertido en uno de los mayores focos de atracción del turismo y por consiguiente de la inversión en diferentes ámbitos de negocio. Pero en esto Alicante es manifiestamente deficitaria. En Alicante ciudad, no se han preocupado en décadas de definir qué modelo de ciudad queremos, ni de establecer un proceso en el que se debata pública y mayoritariamente sobre esta cuestión. Es curioso que tengamos museos, salas de exposiciones y centros de arte, que están infrautilizados, sin dirección ni proyectos, sin tener una eficiencia, un beneficio mínimo, en cuanto a esa atracción de público y generación de negocio, como vemos en otras ciudades. Lo que se está haciendo en la gestión cultural está muy desvinculado de nuestra realidad como sociedad. Nuestros museos son ignorados por la ciudadanía. Solo son visitados por algún turista despistado, y por algunos colegios con profesores inquietos. Y un museo o centro cultural no puede limitarse a un sector de la población, debe trabajar para toda la diversidad que la compone, desde la educación más básica hasta la formación de profesores, padres, colaboración con historiadores, críticos y sobre todo artistas. Y esto no lo vemos en Alicante. Una política de gestión cultural debe estar abierta a todas sensibilidades. Todo proyecto cultural debe concienciar a una masa social importante. No se trata de interesar al personal culto, que por cierto tampoco acude a las inauguraciones y eventos culturales de esta ciudad, no se sienten involucrados. Se trata de interesar al peluquero, a la farmacéutica, en fin, a toda la sociedad. Y ello se consigue creando un verdadero debate social que conecte con toda la ciudad, dando voz a todas las sensibilidades y en el que todos encuentren razones para llevar adelante un proyecto común sin exclusiones. Si no conseguimos interesar al profesor de universidad ni al empleado del Corte Inglés o de Mercadona, habremos fracasado. Este debería ser el gran empeño, pues no se construye ciudad desde una sola óptica. Es necesario establecer las pautas para que puedan participar todos aquellos que, desde sus puntos de vista, puedan aportar ideas y soluciones en pro de construir el modelo de ciudad que queremos. Un proyecto cultural puede ser el eje a partir del cual se defina una ciudad, a lo largo de la historia esto ha sido así. A partir de la identidad cultural se puede cambiar todo. Ejemplos tenemos en todas las épocas, desde la ciudad de Kassel del s. XX, hasta la Florencia del 1500.
Hay que modificar viejos vicios y costumbres, para poder elaborar nuestro futuro como sociedad. Pero preocupa ver la desconexión de la ciudadanía con la cultura. Este es un mal que nos quieren hacer ver como endémico, pero realmente tiene una solución a corto o medio plazo que nos liberaría de ese anclaje absurdo al pasado y es la divulgación mayoritaria de la cultura. Tenemos contenedores, capital humano, debemos buscar los recursos, pero sobre todo el proyecto que lo haga posible. La vieja política nos ha dejado ante un vacío cultural. No hagamos las cosas tan mal que lleguemos a echar de menos estas viejas maneras o a no notar la diferencia. Si no, habremos perdido, otra vez, la ocasión de salir de este marasmo donde cada uno tira para sí, sin pensar en una cultura, en un bien social, para todos. Los que disponemos de un espacio en los medios tenemos la responsabilidad de, al menos, exponer lo que realmente pensamos para intentar liberarnos de esos viejos conceptos anquilosados. Además de Hogueras, playa y sol, hay otras cosas. La cultura con mayúsculas siempre ha sido uno de los motores principales de la civilización, dando nombre hasta los pueblos más pequeños. No nos auto marginemos de esta realidad.

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