La enseñanza del arte, en las últimas décadas, ha sufrido un cambio sustancial. Cabe preguntarnos si ha sido positivo o negativo.
Las consecuencias de ciertas transformaciones no se perciben socialmente con toda la claridad que su importancia requiere, aun siendo sus efectos de gran calado, sobre todo pensando en la realización profesional de los estudiantes de Bellas Artes. Pero qué ha cambiado sustancialmente en la enseñanza del arte, en la formación de los artistas.
Hablando con un amigo arquitecto, ya jubilado, recordamos la materias que se daban en la carrera, como Análisis de formas arquitectónicas, u otra realmente curiosa, al menos para mi, la asignatura de Lavado. Esta consistía en reproducir, casi como fotografías, con tinta china y agua, piezas mecánicas, tornillos, tuercas, grifos…, a tamaño A2. Un trabajo que exigía de un virtuosismo técnico extraordinario, con el empleo de finos y precisos pinceles de marta cibelina, que luchaba para que no existieran cortes en el secado de la tinta en el papel a la hora de rebajar los tonos de degradado desde el negro al blanco, algo que en aquel momento, yo, la verdad, no entendía su sentido, hoy, mucho menos. Parece que con esta técnica se buscaba enseñarnos a ver. Pero, a qué precio, varios compañeros no pudieron ser arquitectos porque agotaron todas las convocatorias de esta asignatura. Todo por una técnica que hoy en día ni se da en arquitectura, ni creo que sirva para otra cosa que para ser experto en esta técnica. No sé quien dijo que el ajedrez era un juego que desarrollaba la inteligencia para jugar al ajedrez. Pues algo parecido. Estas contradicciones en las antiguas facultades de Arquitectura y también en las de Bellas Artes han originado un movimiento pendular, de aquellas disciplinas un tanto ajenas al verdadero espíritu del arte, a una formación en la que se prima absolutamente la idea o el concepto que mueve la creación, la memoria teórica, en detrimento de su concreción plástica, válida por si misma. El dibujo, en todas sus vertientes, que son muchas, hoy se da sin una exigencia formal, sin un verdadero sentido de aprender sus principios básicos, buscando la expresión, el sentimiento del alumno, la formación en una técnica que podría dar libertad al artista, a la hora de buscar temas o formas de hacer arte. En estos momentos, el alumno de Bellas Artes está muy condicionado por una vertiente de enseñanza en la que el concepto, la idea a realizar prima sobre el aprendizaje de técnicas para saber qué decir y cómo decirlo. Estas nuevas formas de entender la docencia han cambiado no solo las materias sino que han provocado la confusión en el alumno haciéndole creer que con poco conocimiento de “técnicas antiguas” y del arte anterior a él puede ser artista. Antes el alumno asistía a clase para aprender las técnicas que le podían ayudar a ser artista, lo que era evidente que no se conseguía solo durante los años de carrera, si no después de años de trabajo para llegar a ser un verdadero creador, con un estilo propio. Hoy en día, las cosas son distintas, en la formación en las escuelas de Bellas Artes, es el alumno quien decide qué es lo que quiere aprender. Es cierto que hoy tiene más y mejores talleres y herramientas para poder desarrollar sus técnicas, también se le da la libertad para ello, pero aquí es donde se produce el problema. Esta libertad está basada en el principio de que el arte no es el desarrollo de unas técnicas determinadas o de unos conceptos plásticos sino que lo importante es la idea estética, filosófica, social, política. Primero hay que determinar el tema a tratar. Materias como la sociología, la filosofía, son hoy parte importantísima de la formación artística. La pregunta de qué hacer es más importante que la de cómo hacerlo, sin tener en cuenta que muchas veces no se puede pensar en qué hacer sin antes saber cómo hacerlo, y para ello hay que tener cierto conocimiento de las técnicas. ¿Nos podemos imaginar a un mecánico de coches pensando en hacer un nuevo modelo de motor sin saber como funciona un motor, sin conocer a fondo todos sus elementos, sus partes fundamentales, en fin, todo? Sin embargo, en arte, en los nuevos estudios sobre arte, se habla más de conceptos, de proyectos, de temas a desarrollar, que de técnicas. Pero esto en el fondo solo es la punta del iceberg, pues resulta mucho más preocupante la idea de que el artista llegue a serlo por la búsqueda de unas ideas, y no por la concreción de estas en una obra plástica. Se da la paradoja de artistas que, incluso reconocidos por el museo, adolecen del conocimiento para poder hacer un simple dibujo que exprese sus emociones.
Por supuesto, en arquitectura, la cosa es diferente, ante la exigencia de construir edificios con unas normas mínimas que aseguren su estabilidad. Pero algo positivo de la formación actual es, además de ese desprendimiento de ciertos formalismos o convenciones técnicas obsoletas, una formación mucho más diversa teniendo en cuenta el trabajo en equipo, la presencia de lo colectivo, y la idea, la libertad para reflexionar sobre el arte y los medios para hacer arte. Aunque el riesgo de caer en otros convencionalismos siempre está ahí, como fácilmente podemos comprobar en la actualidad artística.