Arte y Sociedad – Eduardo Lastres

Cuando hablamos de arte y sociedad, debemos pensar en la posible influencia que pueda tener el arte en el conjunto de la sociedad y a la inversa. Y podemos constatar dos cuestiones. Una que el ser humano ha vivido siempre rodeado de arte, y otra, que igualmente podría existir sin él. Si entendemos por arte plástico la producción de objetos, pinturas, esculturas, incluso, objetos funerarios, de culto, etc. podemos observar que a lo largo de la historia el ser humano ha ido creando un imaginario artístico que nos habla sobre los temas importantes de la existencia: la vida, la muerte, el amor,…. El introducir estas imágenes en las casas, la vivencia del arte en los edificios, en las propias viviendas, suponía una riqueza para el espíritu, pero también para el intelecto. El concepto de belleza, establecido como un valor, producía un efecto beneficioso para su contemplador. Este hecho relevante ha provocado que en todas las culturas, incluso en las más antiguas, Egipto, Babilonia, las obras fueran expuestas para la contemplación de todos los miembros de la comunidad, creaba cohesión e idea de sociedad. Con la idea de que esas imágenes, además de que contaban historias relacionadas con la religión o la política, eran también un bálsamo para el pueblo y una vía de elevación para el individuo. Pues su contemplación se relacionaba con su manera de entender su propio mundo. En la Italia Renacentista el pueblo participaba de los trabajos de los artistas, que eran expuestos en la calle, en esculturas, arquitecturas, murales, relieves, etc. Fundamentalmente eran las iglesias las que más recogían todo tipo de manifestación artística de gran relevancia, creando espacios abiertos donde el pueblo podía contemplar el arte y disfrutarlo. Casi todas las sociedades, incluso las más alejadas de nuestra cultura occidental, las culturas precolombinas americanas, o las africanas, las del Índico…. también disfrutaban de todo un repertorio de imágenes, el tótem, las pinturas y máscaras rituales que tenían la doble función, la de representar la estética de un pueblo y al mismo tiempo la de servir de protección, de ritual derivado de lo religioso. El objeto de uso en algún momento, dependiendo de la sofisticación de esa cultura, también llega a tener el carácter de artístico. A finales del XIX, con la gran eclosión demográfica, debido al progreso científico, la sociedad comienza a tener cubiertas las necesidades básicas, y a interesarse con mayor intensidad por el arte, que poco a poco dejará de ser un producto al servicio exclusivamente de las clases dominantes o más acomodadas, lo que marcaba una división muy grande entre las clases más formadas y el pueblo sin acceso a la cultura. Pero el arte siguió su camino y en esa evolución se distanció del arte visual más comprensible, con la abstracción de inicios de s. XX, un registro artístico que todavía hoy en día, en pleno siglo XXI, es incomprensible para un porcentaje elevado de la población. A partir de ese momento, las doctrinas filosóficas y sociológicas intentan justificar las nuevas prácticas estéticas, desde el punto de vista exclusivamente teórico, el arte se convierte en un experiencia de gran complejidad, haciéndose más incomprensible para la gente normal, sin una formación específica. Y es a partir de ahí cuando se inicia el gran divorcio, existente en estos momentos, entre el arte y la sociedad. El arte se convierte en un producto de minorías, de gente culta, de expertos, y el resto de los humanos que por circunstancias económicas o culturales no puede acceder a este conocimiento evidentemente se distancia de él. Aunque sin embargo los productos de diseño como son los muebles, los coches y otros elementos de uso, la arquitectura, el mobiliario, el urbanismo, beben de este conocimiento. Pero nadie cuestiona o margina el diseño de un televisor o de una mesa minimalista. En principio, no hay un rechazo como sí lo hay hacia el arte, aunque también se requiera una preparación específica para acceder y apreciar el diseño funcional. Por lo tanto aunque el arte contemporáneo condiciona todos los lenguajes y productos estéticos, con una función práctica o no, solo es realmente apreciado, en su toda su complejidad, por una minoría. Sin embargo resulta curioso que los grandes museos actuales están trabajando fundamentalmente sobre arte contemporáneo y que los porcentajes de asistencia de público son muy elevados. Es evidente que la actividad social que mayores cuotas de visibilidad posee en los medios de comunicación es el futbol. Y el arte, en los diarios de noticias, es apenas una ráfaga, aunque sean eventos como la conmemoración del Greco. Mientras que el tiempo dedicado al deporte llega a superar, a veces, el de las noticias nacionales e internacionales.
El ser humano es un ser artístico, que hace arte y necesita del arte, pero la sociedad en su conjunto no mira al arte directamente. No me cabe la menor duda de que las obras de arte tienen un impacto positivo sobre la gente, como muy bien sabían los griegos y romanos. Pero hablar de su comprensión, de su influencia, ese algo más complejo. Hay que tener en cuenta que ante la visibilidad de la obra de arte, cuando es una representación figurativa, parece que es fácil de captar, y por ello se nos antoja comprensible, pero existen múltiples factores de complejidad en el arte que no son entendibles únicamente por una mirada sensible, superficial. Además, en estos momentos, cuando los programas de gran audiencia televisiva tienen una enorme repercusión, pues marcan pautas en la trasmisión e información de ideas y conceptos, se puede llegar a entender la escasa influencia hoy del arte en nuestra sociedad.

por Eduardo Lastres

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